Es la mano que dominará el mundo

"La infancia es mucho más que la época que transcurre antes de que la persona sea considerada adulto"

lunes, 1 de abril de 2013




En 1984 el Sociólogo Neil Postman escribió “El fin de la infancia”, libro en el que desarrolla la tesis cuya idea central gira en torno a que en el mundo ya no quedan niños. Atribuye esta circunstancia al incremento de las nuevas tecnologías y al comportamiento de los adultos, ambos encargados de “aniquilar” la inocencia, principal esencia de la infancia. En una entrevista publicada en la Vanguardia el 26 de Agosto de 1994[1], Postman definió al niño como “una clase especial de ser humano entre los 5 los 16 años. Que requiere de cuidados especiales, que debe recibir una educación determinada y que debe ser protegido por el resto del mundo”, e  incidía en la importancia de alentar la idea de que durante la etapa que abarca la infancia “el niño aprende lentamente los secretos de la vida adulta”. A lo largo de su discurso desarrolla las ideas que le llevaron a establecer su teoría del fin de la infancia en la que plantea un futuro dudoso con el miedo de que “la sociedad nunca se olvidará de que necesita niños, pero sí que los niños necesitan niñez”.

Entre 100 y 200 millones de niños presencian violencia entre sus progenitores en el mundo[2], en España las estimaciones giran en torno a 800.000 niños[3] . Cuando un niño se ve inmerso en situaciones de violencia se está minando su infancia, apresurando la pérdida de su inocencia y convirtiéndolo en un adulto que apenas hace pocos años aprendió a caminar. Existen muchas formas de sufrir la violencia, no es necesario recurrir al maltrato físico para causar daños a medio y largo plazo en el desarrollo, ser testigo de la violencia diaria que tu padre inflige a tu madre es otra manera de convertirse en víctima..

La salida a la luz del dolor que sufren las mujeres y los niños maltratados, ha provocado además de indignación en la sociedad, el repudio y la sensibilización para luchar contra este fenómeno cuya fuerza y razón de su continuidad reside sobre todo, en el miedo de las víctimas, el miedo del miedo. El miedo se presenta por lo tanto como enemigo principal de la víctima al mismo tiempo que juega el papel preponderante en la marcación de la continuidad del agresor. Una razón para reiterar la agresión. Y hay que señalar también que el propio peso y la fuerza de la tradición han contribuido significativamente y de manera negativa para preservar el dolor de la víctima en el espacio de sombra de lo no decible y lo no revelado. La propia empatía entre las víctimas acaba también por reforzar este pacto no-pacto en torno a lo no revelado, lo no decible que ellas asumen con la intención de protegerse al hacer fe en la amenaza del agresor: “si hablas, será peor”.

Desde este punto de vista, y, de acuerdo con las últimas investigaciones en materia de violencia de género, se reconoce que existen varias similitudes entre la violencia ejercida sobre la mujer y la violencia infantil. Ambas se ejercen sobre grupos considerados potencialmente más vulnerables. Como hemos señalado en su momento, es la propia historia de la tradición y de la intimidad familiar la que obliga a las víctimas a relegar su dolor hacia el espacio de lo no decible, lo secreto. Así, desde el punto de vista sociológico, la víctima, el dolor (su dolor) y el secreto (lo suyo fiscalizado por su agresor), se encuentran ubicados en “zonas de sombra” que dificultan su aparición a la luz y consecuentemente su estudio.







No hay comentarios:

Publicar un comentario